febrero 18, 2013



No caben más lámparas.
Se desborda la luz en la azotea.
De nada sirvieron las noches
que pasé en el filo de un precipicio
para recordar tu nombre.
Ya no me conciernen las máquinas
ni la materia oscura,
los espejos.
Parece que intento escapar del cuerpo.
Presiento otra vez que comienzo a escapar
del cuerpo
del sitio
del vientre
del árbol
del mano
del ojo
del metro
del urbe
de este encierro de nulas proporciones.
Lo que está roto,
Lo que asemeja esta sequedad,
es la luz golpeando contra la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario